05 mayo, 2006

03 mayo, 2006

"MULILLERO", DOS DE MAYO 2006.-



Estamos acostumbrados a que – desgraciadamente – de los tres tercios de la lidia, nos birlan dos, porque se impone el mono puyacito de refilón y los matadores de toros, mas han de hacer de enfermeros, que de lidiadores, como consecuencia no hay quites – a “nadie” hay que quitar de ningún sitio – y las banderillas se colocan, porque es reglamentario. ¡Una pena!
“Mulillero” – el segundo de la tarde, como todos, de Adolfo Martín – se acordó de que era un Albaserrada y tuvo bravura y fiereza, Encabo permitió que se luciera y hasta entró una cuarta vez al caballo, con el regatón. Todo lo que se hizo en los dos primeros tercios, tuvo emoción, sentido y justeza: el toro, además, tenía fuerza: había Fiesta.
Con la muleta fue otra cosa lo que ocurrió. Me quedaré, para siempre, con la duda sobre si el planteamiento de faena de Encabo fue el correcto. Quiso realizar una faena “al uso”, cuando el toro tenía una fiereza nada “usual”. Acaso una vibrante faena sobre las piernas, propia de un torero de poderío, hubiese sido lo mas correcto. Pero, en fin, de “esto” nadie sabe nada y, menos aun, quien escribe estas líneas.
El muy bravo Liria fue revolcado por el primero de la tarde. Pronóstico reservado. Que haya mejoría.
Y un pensamiento: el Marqués de Albaserrada formó su ganadería, con el primer deshecho de su hermano, el Conde de Santa Coloma. “Mulillero” fue un homenaje al conde, por su exigencia ante el hecho de la selección. Pocos, como él, quedan.
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